Comunidad pide retorno; Alcaldía ofrece arriendo y traslado.
El desalojo de la UPI La Rioja es el resultado de una cadena de decisiones y alertas acumuladas. Informes técnicos sobre riesgo estructural y sanitario, sumados a la inminencia de obras del metro, activaron una respuesta administrativa amparada por fallos judiciales. En el predio residen 389 emberá que hoy resisten la salida.
Esta reconstrucción cronológica resume los hitos que explican por qué el Distrito decidió evacuar y cuáles son las alternativas sobre la mesa. También recoge las posiciones de la comunidad y de los órganos de control, con énfasis en la protección reforzada de niñas y niños.
1) Llegadas y albergues transitorios (antecedente). Tras desplazamientos internos, varias familias emberá arribaron a Bogotá y se asentaron en el Parque Nacional. La administración habilitó albergues temporales y, con el tiempo, sedes como La Rioja concentraron la atención humanitaria.
2) Alertas por condiciones no aptas. Informes de entidades distritales y de control documentaron hacinamiento, fallas sanitarias y deterioro de la infraestructura. La Rioja nunca fue concebida como alojamiento permanente y las alertas se intensificaron a medida que creció la población.
3) Fallos y órdenes administrativas. Órganos judiciales exigieron medidas urgentes para proteger la vida y, en particular, a la niñez. La Alcaldía radicó una querella policiva para propiciar salida voluntaria y conciliar opciones de reubicación, en cumplimiento de esas decisiones.
4) Tercer riesgo: obras del metro. La proximidad de equipos y vibraciones propias de las obras añadió un factor adicional de amenaza. Urbanistas y técnicos insistieron en disminuir la exposición de la población infantil a eventuales contingencias.
5) Oferta institucional. El Distrito puso a disposición subsidios de arriendo, traslado a otras UPI, alimentación, transporte y acompañamiento psicosocial. Se reiteró que no habrá asentamientos colectivos permanentes y que la meta es una transición corta y verificada.
6) Respuesta comunitaria. Voceros emberá rechazaron la salida sin un plan de retorno con garantías o una solución urbana que preserve su estructura cultural. Señalaron que los arriendos dispersos fragmentan redes de cuidado, idioma y rituales.
7) Audiencias y verificación. La Personería y otras entidades pidieron protocolos con enfoque étnico y de infancia, y la presencia de intérpretes, rutas de salud y educación. Se insistió en monitorear condiciones post-traslado y en evitar el uso de la fuerza.
8) Ejecución del operativo. Concluida la fase de concertación, la Inspección de Policía quedó habilitada para ejecutar la evacuación, priorizando a niños, mujeres gestantes y adultos mayores. El IDIPRON coordina la logística junto con otras dependencias.
9) Escenarios próximos. La eficacia del operativo dependerá de la rapidez en la activación de arriendos, cupos en UPI y rutas de protección. Sin un acuerdo de retorno o un plan urbano sustentable, la crisis podría reubicarse sin resolverse.
10) Lecciones de política pública. El expediente subraya el riesgo de convertir albergues de emergencia en soluciones de hecho. Expertos recomiendan metas verificables, presupuesto multianual y coordinación Nación–Distrito para cerrar el ciclo de reubicaciones temporales.
Organizaciones de derechos humanos plantean veedurías ciudadanas para auditar la implementación de la oferta y piden compromiso escrito de no repetición. La comunidad espera garantías para su vida cultural durante y después del traslado.
La Alcaldía sostiene que actuará con enfoque diferencial y que las rutas de salud, educación e infancia están listas para no interrumpir la atención. Se prevé coordinación con ICBF para priorizar a niños y adolescentes.
El caso La Rioja demuestra que la legalidad y la técnica deben ir de la mano de la dignidad cultural. La próxima fase definirá si la ciudad logra una transición real y verificable para la comunidad emberá.