Lo que ocurrió, cuándo pasó y cómo reaccionaron las autoridades.
El 3 de noviembre, en una finca de Montecristo (Bolívar), un perro llamado “Bizcocho” fue agredido por su propietario con latigazos, fue arrojado al piso y pateado. Parte de lo ocurrido quedó grabado y circuló en chats locales antes de hacerse viral.
En los días siguientes, el video desató indignación comunitaria y avisos a autoridades y colectivos animalistas. Voluntarios gestionaron traslado para valoración veterinaria. Los primeros reportes clínicos apuntaron a secuelas neurológicas y alteraciones de conducta compatibles con trauma.
La denuncia tomó forma con testimonios, el registro audiovisual y la historia clínica. La Policía y la Fiscalía activaron la noticia criminal y recopilaron elementos materiales probatorios. El perro quedó bajo supervisión veterinaria mientras se definían custodias y cuidados.
A partir de allí, la Fiscalía consolidó la hipótesis delictiva: lesiones que menoscaban gravemente la salud o la integridad del animal, en el marco de la Ley 1774 de 2016. El expediente subrayó la gravedad de las conductas y el impacto en el bienestar del canino.
La audiencia de imputación se realizó con la exposición de los hechos y los peritajes. De acuerdo con reportes de prensa, el procesado aceptó cargos, un factor que en Colombia puede derivar en rebajas de pena si el acuerdo cumple criterios de oportunidad y reparación.
En paralelo, el equipo veterinario afinó un plan de rehabilitación: reducción de estímulos, refuerzo positivo y monitoreo de signos neurológicos. El objetivo: recuperar confianza y estabilizar conductas. El seguimiento clínico se volvió parte del expediente como prueba pericial.
El caso se convirtió en referente nacional de la utilidad de la evidencia digital. La rápida difusión del video aceleró la respuesta institucional, un patrón que se ha repetido en otras ciudades y que hoy se considera un detonante probatorio cada vez más frecuente.
En retrospectiva, la cronología deja tres hitos: el video que documenta la agresión, el dictamen médico que acredita el daño y la imputación que formaliza la responsabilidad penal. Con esos pilares, el proceso seguirá hacia acusación o preacuerdo, donde se debatirán inhabilidades de tenencia y medidas restaurativas.
La reacción social mantuvo el caso en agenda. Los colectivos pidieron penas proporcionales, trabajo comunitario y pedagogía obligatoria para agresores. La conversación pública se centró en la necesidad de estadísticas y protocolos locales que eviten la impunidad.
Expertos consultados destacaron que, si bien la ley contempla prisión y multas, la combinación con prohibición de tenencia y seguimiento efectivo es la que más disuade la reincidencia. En Montecristo, ese será uno de los puntos clave para el fallo.
La línea de tiempo de “Bizcocho” no se cierra aún. Faltan decisiones de fondo que fijarán estándares judiciales y sanitarios para casos similares. Por ahora, el mensaje es nítido: documentar, denunciar y sostener la presión social acelera la justicia.