La ruta a un candidato único depende del cómo, no solo del quién.
Abelardo De la Espriella planteó una encuesta nacional para escoger candidato único opositor antes del 10 de diciembre. El anuncio se hizo tras su evento político en el Movistar Arena de Bogotá y se presentó como hoja de ruta para evitar la dispersión en 2026.
Miguel Uribe publicó un mensaje felicitando la “generosidad” del llamado y el énfasis en unidad, valorando que la oposición busque un método aceptado por todos. El gesto fue leído como guiño a conversaciones entre corrientes del uribismo e independientes.
Definir muestra, cobertura, herramienta de recolección (presencial, telefónica, online o mixta) y auditoría externa. Sin una ficha técnica robusta y pública, el resultado puede ser impugnado por perdedores o por la opinión.
Criterios para entrar en la medición: umbral de reconocimiento, intención de voto mínima o avales. Excluir o incluir nombres modifica el tablero y la percepción de imparcialidad.
Quién contrata, quién paga y quién publica el informe final. Un comité plural con representantes de todas las campañas y observadores independientes sumaría legitimidad.
El 10 de diciembre como límite busca crear momentum y disciplina, a la vez que despeja la cancha para 2026. Una definición temprana facilita recaudo, organización territorial y posicionamiento temático en seguridad y economía.
Coaliciones en América Latina han alternado entre consultas y encuestas para ordenar ofertas opositoras. Cuando hay coordinación temprana, crecen las probabilidades de entrar fuertes a segunda vuelta; cuando no, el voto se atomiza.
Sesgos de no respuesta, sobre-representación urbana y “espirales del silencio” pueden distorsionar resultados. Combinar más de una encuestadora y publicar microdatos auditables mitiga suspicacias.
El grado de orden en el bloque oficialista presiona a la oposición a definir nombre y programa mínimo pronto. Sin propuesta concreta, la unidad corre el riesgo de ser solo un eslogan.
Si se acuerda la encuesta con reglas claras, habrá foto de unidad y lista única antes del 10D. Si no, cada campaña mantendrá su ruta con pactos puntuales y acuerdos de última hora, un juego más caro e incierto.
Entre simpatizantes opositores, la idea de método común fue recibida como madurez política y camino para “sumar, no restar”. Otros insistieron en primarias con registraduría, alertando que una encuesta puede ser más expeditiva pero menos participativa.
Desde las estructuras partidistas, se estudian escenarios híbridos: encuesta como preselección y eventual consulta interpartidista en 2026. La viabilidad dependerá de tiempos legales, costos y voluntad de acatar.
La película no va del nombre, sino del método. Si la oposición logra combinar rapidez, transparencia y acuerdo vinculante, la unidad será tangible; de lo contrario, la fragmentación seguirá mandando.