Menos apoyo, menos eventos y un recambio que no despega
Rigoberto Urán habló claro: “Desde el gobierno se ha disminuido el apoyo” y eso limita la organización de competencias y el salto de los jóvenes al profesionalismo. Su diagnóstico llega cuando el país asimila la suspensión del Tour Colombia en 2025 y 2026, un golpe a la vitrina internacional y a las economías locales.
Este explicador reúne las claves para entender el mensaje de Urán, el impacto para las ciudades y el mapa de decisiones que podrían reactivar el calendario. También examina el contraste con el Giro de Rigo, un evento recreativo que se fortalece dentro y fuera del país.
Desde una gira de promoción, Urán señaló una “crisis” por menor respaldo público, un “año regular” en resultados y un recambio que avanza lento. No negó que haya talentos, pero pidió estructura: calendario, formación y acuerdos con equipos internacionales.
El Tour Colombia funcionaba como motor de temporada: atraía escuadras WorldTour, activaba turismo y daba puntos UCI. Sin las ediciones 2025–2026, el país pierde exposición, y los corredores locales compiten menos ante rivales de primer nivel.
Con menos carreras, los sub-23 suman menos horas de competencia, los equipos continentales pierden argumentos para patrocinarse y la Selección reduce su base competitiva. Los nombres que hoy destacan —Buitrago, Higuita, Martínez— confirman el potencial, pero no sustituyen un sistema estable.
El Giro de Rigo es una prueba recreativa con ingresos sólidos por inscripciones y patrocinios, además de expansión a Chile y disputa por la sede 2026 entre Cali, Barranquilla y Medellín. Pero el alto rendimiento requiere inversión pública y calendarios UCI; son ligas distintas con necesidades diferentes.
El sector propone un plan 2026–2030 con: (a) cofinanciación Nación–regiones y un fondo de eventos; (b) fecha fija para el Tour Colombia y sedes definidas con 12–18 meses de anticipación; (c) incentivos tributarios al patrocinio; (d) convenios con equipos y academias para pasantías y transición sub-23–élite.
Cali se postuló con el empuje del alcalde Alejandro Éder para el Giro de Rigo 2026; Barranquilla y Medellín también levantan la mano. Los organizadores piden reglas de juego: reparto de costos, garantías de seguridad, TV y una narrativa de país que venda el evento más allá de lo deportivo.
Sin una hoja de ruta, Colombia exporta demanda (aficionados viajan a otros países), pierde divisas y cede relato. Para los jóvenes, la brecha con Europa se amplía; para las ciudades, el vacío se traduce en temporadas flojas y empleos temporales que no llegan.
La marca ciclista de Colombia —altitud, montaña, afición— es un activo. Con un calendario estable y alianzas con la región, el país podría articular un circuito andino que combine pruebas UCI y eventos de experiencia, con retorno en turismo y reputación.
El éxito comercial del Giro de Rigo prueba que hay público y patrocinios. La pregunta es si el Estado y la dirigencia deportiva convertirán ese impulso en política pública deportiva que sostenga a la élite y al semillero en el tiempo.
Urán no pide un milagro: solicita certidumbre. Con presupuesto, fechas y métricas, el Tour Colombia puede volver; sin eso, seguirá en pausa y el país perderá pedaleo en la escena internacional.
Entender el mensaje de Urán es asumir una decisión: o se alinea el sistema para que los talentos no se queden sin pista, o se aceptan años de transición y pérdida de protagonismo. El reloj corre y la afición sigue esperando.