Tres localidades concentran el mayor riesgo automotor.
El robo a la periodista Ana María Vélez en Normandía no solo atiza el debate sobre seguridad: también pone sobre la mesa la factura económica del delito. Pérdida de activos, alza de primas de seguros, gasto en blindaje y dispositivos y freno a actividad nocturna impactan los bolsillos de hogares y comercios.
El hecho, ocurrido la noche del 19 de noviembre de 2025, coincide con un panorama de hurto a personas y vehículos que presiona servicios públicos y privados. En redes, Vélez pidió apoyo institucional y relató que le robaron carro, celular y documentos, con posible registro en cámaras del sector.
Para el mercado asegurador, cada aumento de robos reconfigura tarifas por zona y modelo, ajusta deducibles y acelera la exigencia de marcaje y rastreo. Comerciantes, a su vez, reportan caídas de tráfico nocturno y mayores costos en seguridad privada y parqueaderos.
Datos difundidos por fuentes del Concejo indican que en el semestre hubo 15.000+ celulares robados (promedio 87/día). En vehículos, con corte intermedio del año, el registro promediaba ~192 carros robados al mes, con Engativá, Kennedy y Puente Aranda como focos. Este patrón sugiere concentración territorial y necesidad de intervenciones por cuadrante.
¿Qué se propone? Un plan 90-90-90: en 90 días, 1) 90% de cámaras públicas funcionando y auditadas; 2) 90% de denuncias con radicado digital en menos de 2 horas; 3) 90% de cuadrantes con metas de respuesta y geocercas activas en entradas/salidas de localidades críticas. El éxito debe medirse con tableros abiertos y auditorías externas.
La tecnología es un multiplicador: cámaras LPR, analítica de rutas de escape (Boyacá, calle 26, Mutis), interoperabilidad con videos privados y alertas por patrones repetidos de placas o vestimentas. La política pública necesita contratos con KPI y sanciones por incumplimiento, evitando que la compra de equipos quede sin soporte y mantenimiento.
En el frente judicial, se pide priorización del hurto violento y automotor: unidades especializadas, persecución de receptación, cierres de chatarrerías y controles a IMEI. Sin judicialización efectiva, la presión recae solo en la policía preventiva, con resultados frágiles.
A nivel barrial, iniciativas de economía local (parqueaderos vigilados con tarifas diferenciales para residentes, iluminación con LED y sensores, botones de emergencia conectados a 123) ayudan a sostener la actividad nocturna y reducir el riesgo en corredores residenciales.
Gremios y aseguradoras respaldan el uso de marcaje y dispositivos antirobo con descuentos en pólizas. Desde el Concejo, sectores piden metas públicas trimestrales y reportes comparables por localidad y cuadrante, con enfoque en Engativá.
La Alcaldía evalúa redistribución de patrullajes, enlaces con cámaras privadas y operativos en zonas de despiece. Expertos recomiendan presupuestos plurianuales y un centro de datos que integre denuncias, capturas y recuperación de activos en tiempo casi real.
El caso Vélez ilustra el costo integral de la inseguridad: humano y financiero. La salida pasa por metas verificables, tecnología con mantenimiento, y coordinación policial–judicial–comunitaria.