Lo que debe pasar antes del 11 de febrero de 2026.
En diciembre de 2012, Bogotá vivió una de sus peores crisis de basuras: contratos vencidos, transición improvisada y montañas de residuos en las vías. Ese episodio marcó a las instituciones y abrió procesos disciplinarios que resonaron por años. Trece años después, la capital enfrenta otro momento decisivo.
Entre 2018 y 2026, el esquema de áreas de servicio exclusivo (ASE) dividió la ciudad en cinco zonas con un operador cada una. Con ese modelo, los usuarios pagan $851.000 millones al año por recolección, barrido y limpieza. Sin embargo, en 2024–2025 crecieron los puntos críticos hasta superar los 700, y se registraron 2.006 quejas por fallas del servicio.
Junio de 2025: la CRA niega la primera propuesta del Distrito para prorrogar el esquema por otros ocho años, al hallar deficiencias en los estudios. Agosto de 2025: la negativa se ratifica. La decisión sacude la planeación: sin aval técnico no hay exclusividades, y se asoma la libre competencia a partir de febrero de 2026.
Septiembre de 2025: la Alcaldía anuncia ajustes y en octubre se conoce el relevo en la UAESP: sale Consuelo Ordóñez, entra Armando Ojeda. La narrativa oficial cambia al terreno: plan de choque para reducir puntos críticos y acelerar reposiciones de contenedores antes de diciembre.
Mientras tanto, la Contraloría de Bogotá levanta un acta incómoda: en recorridos por la ciudad detecta faltantes de contenedores y recuerda la obligación de un 10% de inventario adicional para reposición. La UAESP señala nueve procesos abiertos a operadores por fallas; sólo uno llegaría a sanción.
La operación enfrenta problemas del día a día: vandalismo y pérdida de contenedores, horarios que no se cumplen, disposición inadecuada de voluminosos y RCD. En los barrios, los montones se convierten en focos de vectores; en redes, la percepción de suciedad gana espacio. El relleno Doña Juana sigue recibiendo más de 5.600 toneladas diarias, con presión sobre el río Tunjuelo.
El Distrito defiende avances: asegura que los puntos críticos bajaron respecto al inicio de la administración y que habrá vigilancia contractual con multas a quien incumpla. Además, plantea un esquema de transición para 2026: exigir a los operadores que definan áreas de interés y cubrir con Aguas de Bogotá o nuevas licitaciones las zonas sin servicio.
¿Qué falta decidir? Primero, si habrá nueva solicitud de ASE con ajustes o si se asumirá la competencia abierta. Segundo, cómo se garantizará la continuidad del servicio el 11 de febrero de 2026. Tercero, qué metas públicas —por localidad y operador— se fijarán en frecuencias, tiempos de respuesta, reposición de contenedores y aprovechamiento.
Lecciones de 2012: la transición debe ser escalonada, con contratos puente y plan de comunicaciones para usuarios y comercio. Sin logística clara, los vacíos se traducen en acumulación. Con reglas y supervisión en la calle, la ciudad puede evitar repetir el pasado.
La discusión de fondo es si la competencia mejora resultados sin sacrificar cobertura. Para que ocurra, se necesitan indicadores comparables, sanciones efectivas, y que la UAESP opere con datos abiertos y auditorías visibles. La CRA, por su parte, mantiene el estándar técnico para autorizar exclusividades.
La CRA no cede: sin estudios robustos, no hay ASE. En el Concejo, crecen las voces que piden emergencia sanitaria; la Alcaldía la descarta y apuesta por ejecución inmediata del plan de choque. Los operadores alegan que el vandalismo y el mal uso de contenedores erosionan la operación y piden corresponsabilidad.
Expertos en servicios públicos señalan que 2026 es una prueba de gobernanza: o se afina el regulador-local con supervisión real en calle, o la ciudad seguirá atrapada entre percepción y realidad operativa. La presión social por menos tarifa y más limpieza no cederá.
La ruta a 2026 está trazada en fechas, actas y decisiones. Falta que el servicio se note donde importa: en la esquina. Si la transición se planifica con rigor, Bogotá puede evitar otro diciembre oscuro y convertir la crisis en una reforma útil.