Aumento del mínimo: alivio para el bolsillo joven, pero ojo con empleabilidad.
Si eres joven, estás empezando tu primer empleo o estás por graduarte, presta atención: el aumento del salario mínimo para 2026 puede tener un impacto directo en tu bolsillo y tus decisiones. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) dio a conocer una inflación anual de 5,51 % en octubre, cifra que sirve como base para la negociación del próximo salario mínimo.
Eso significa que el sueldo base mínimo que muchos comienzan a recibir podría pasar de unos $1.423.500 en 2025 a cerca de $1.502.000 o más en 2026, sin auxilio de transporte, según estimaciones. Con ello vienen también oportunidades y desafíos.
El salario mínimo legal para 2025 fue de $1.423.500 para quienes lo devengan, más el auxilio de transporte para quienes aplican. Ese valor es el punto de partida para la negociación de 2026.
Con el dato de inflación de 5,51 % como base, un cálculo simple indica un salario de alrededor de $1.502.000 para 2026. Pero habitualmente se agrega un “extra” por productividad, lo que puede empujar el alza al rango del 6,5 %‑7,5 %.
Para un joven trabajador, ese alza puede traducirse en más capacidad de ahorro o mayor posibilidad de asumir gastos —como movilidad, vivienda compartida o educación continua—, siempre que los demás costos no suban al mismo ritmo.
Sin embargo, también debe verse en una ecuación más amplia: empleo formal vs informalidad, estabilidad laboral, beneficios. Si el aumento presiona demasiado, algunas empresas podrían retrasar contrataciones o recurrir a formas de empleo más precarias.
El auxilio de transporte aún se discute en la mesa de negociación. Si bien muchos trabajadores jóvenes lo reciben, no todos; su aumento también repercute en el ingreso total.
También vale tener en cuenta que el salario mínimo no solo afecta al trabajador directo: regula primas, pensiones, prestaciones sociales y determina los rangos de ciertos subsidios sociales y condiciones de crédito.
Por eso el cálculo no es solo “cuánto sube”, sino “qué alcanza”: vivienda, educación, transporte, ocio. Un aumento moderado puede mejorar la calidad de vida; uno insuficiente podría dejar rezagados los jóvenes frente a precios de mercado.
La negociación formal se instalará el 1 de diciembre entre Gobierno, sindicatos y empleadores, con participación de jóvenes trabajadores como parte del público objetivo.
Las centrales obreras insisten en que los jóvenes no pueden quedar rezagados y piden que se recupere el poder adquisitivo real. Los empleadores, por su parte, advierten que debe acompañarse de mejores condiciones de empleo formal y oportunidades.
Si el aumento se ubica en torno al 6‑7 %, podría ser una buena señal para la economía joven; si es menor, muchos podrían seguir en empleos informales o con ingresos que no ajustan al costo de vida. Cualquiera que sea el resultado, tendrá impacto en la dinámica laboral de quienes comienzan.
Para el trabajador joven, el salario mínimo 2026 no es solo una cifra: es el punto de partida de tu vida laboral, de tus gastos y de tus planes. El dato de inflación ya está sobre la mesa; ahora depende de la negociación que haga que ese sueldo rinda más o menos.