Murió en Woodbury, CT; tenía 84 años
Elizabeth Franz, ganadora del Tony en 1999 por Linda Loman en Death of a Salesman, murió el 4 de noviembre de 2025 en Woodbury, Connecticut, a los 84 años. Su esposo, Christopher Pelham, confirmó que padecía cáncer y presentó una reacción severa al fármaco del tratamiento.
Más allá del obituario, su nombre resume una lección para actores y directores: el arte de hacer mucho con poco. Franz elevó personajes de reparto a columna vertebral del conflicto, una marca que dejó tanto en el escenario como en la pantalla.
Entre sus hitos figuran Brighton Beach Memoirs (nominación Tony 1983), Morning’s at Seven (nominación 2002) y la versión televisiva de Salesman (nominación Emmy 2000). Cada paso confirmó su capacidad para trenzar ternura y firmeza sin subrayados innecesarios.
En televisión, su paso por “Gilmore Girls”, “Grey’s Anatomy”, “Law & Order: SVU” y “Homeland” exhibió un rango que la alejaba de las etiquetas. Era la actriz que resuelve escenas y deja en el aire una línea emocional que los protagonistas retoman.
Nacida en Akron, Ohio, se formó en un circuito donde lo regional nutrió lo nacional. El Goodman Theatre fue clave: desde allí, la producción de Salesman viajó afinada a Broadway y encontró en Franz su centro de gravedad.
Su lectura de Linda desplazó la mirada habitual sobre el personaje: menos “sufriente” y más contrapeso moral del colapso de Willy. Esa propuesta dialoga hoy con montajes que revaloran los arcos femeninos en clásicos norteamericanos.
Quien vio a Franz recuerda la economía gestual: una pausa, una respiración, un giro de cabeza. Herramientas con las que sostenía el subtexto sin colonizar la escena. De ahí su apodo entre colegas: “la maestra de la escucha”.
En lo personal, estuvo casada con Edward Binns (f. 1990) y, más tarde, con Christopher Pelham, compañero en vida y trabajo. Esa red íntima fue soporte de un itinerario exigente entre ensayos, giras y rodajes.
Su legado no se limita a premios. Profesores y estudiantes la citan para explicar objetivos y acciones: cómo un gesto puede cambiar la temperatura de un acto completo. Sus escenas son material de análisis en clases de montaje.
Salas de Chicago y Nueva York preparan homenajes y ciclos de lectura. Se proyectan reposiciones con dedicatoria en las que su enfoque de Linda Loman será punto de partida para nuevas direcciones actorales.
Críticos señalan que su despedida vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de papeles complejos para actrices maduras y de procesos que prioricen lo interpretativo por encima del impacto comercial inmediato.
La muerte de Elizabeth Franz invita a volver a las obras y a la escucha del detalle. En cada silencio bien puesto está su escuela. Su impronta seguirá guiando montajes y aulas.