Seis pruebas para evaluar su cumplimiento.
El anuncio de Daniel Quintero sobre un pacto de no agresión con María Fernanda Cabal dejó una pregunta en el aire: ¿hasta dónde llega la tregua? En un ecosistema que premia la confrontación, conviene distinguir alcances reales de suposiciones para no inflar expectativas ni desestimar el gesto.

Primero, qué sí es: un compromiso para retirar publicaciones ofensivas, evitar insultos y debatir con evidencias. En lo operativo, implica ajustes inmediatos en líneas editoriales de redes, moderación y entrenamiento de vocerías, además de una política de rectificación cuando sea necesario.
Segundo, qué no es: no supone alianza programática, coincidencia ideológica ni silencio ante hechos verificables de interés público. La crítica basada en datos sigue siendo parte del juego democrático. El límite es el agravio personal y la desinformación.
Tercero, campo de fricción: ¿qué cuenta como “ofensivo”? Para despejar ambigüedades, se propone un glosario con ejemplos: insultos, estigmatización, rumores sin fuente, descontextualización deliberada y señalamientos ad hominem. Ese glosario reduce zonas grises en la moderación diaria.
Cuarto, seis tests de verificación:
Retiro de piezas problemáticas en 72 h.
Rectificación cuando se afecte la honra o se induzca a error.
Silencio responsable ante rumores: no amplificar.
Fuentes en afirmaciones críticas (documentos, fallos, cifras).
Consistencia del equipo ampliado (canales oficiales y afines).
Reporte quincenal de avances y tropiezos.
Quinto, riesgos: la audiencia puede percibir el pacto como maniobra táctica si no ve costos reales (por ejemplo, bajar piezas virales). La tentación del clickbait seguirá presente; por eso las métricas de cumplimiento importan más que los discursos.
Sexto, efecto contagio: si otros precandidatos copian el modelo y firman una carta de conducta, el estándar cambia para todos. Si el pacto queda aislado, el incentivo del agravio volverá a imponerse.
Séptimo, escenarios de ruptura: si una parte incumple, activar cláusula de corrección en 24 h y publicar disculpa breve. La reincidencia exige un protocolo de enfriamiento y evaluación pública del árbitro cívico, para que la tregua no se desvanezca en ambigüedades.
Octavo, beneficios esperados: bajar la violencia simbólica, reducir litigios por difamación y recuperar a públicos que desean argumentos más que etiquetas. La tregua no resuelve la campaña, pero puede mejorar la conversación.
El anuncio ha generado expectativas divididas: apoyo entre quienes piden debate limpio y escepticismo en nichos que viven del enfrentamiento. La balanza dependerá de pruebas visibles de cumplimiento y de si el ecosistema mediático lo recompensa.
La verificación del pacto será semanal, no retórica. Si supera estos seis tests, la tregua habrá mostrado utilidad pública; si no, quedará como un titular más.