Entre el autocuidado y el aula: la transición.
A los 35 años, Jonathan Julián Vergara celebra el mejor ICFES de su cohorte en Bogotá, un resultado que no estaba escrito. Antes hubo incertidumbre, consumo, noches a la intemperie y una fractura familiar que parecía definitiva. El punto de quiebre llegó una noche de 31 de diciembre, cuando decidió pedir ayuda y cambiar.

La decisión se tradujo en acciones concretas: retomar hábitos de autocuidado, atender procesos con equipos sociales y volver a estudiar. En esa ruta apareció CIPREIA, una estrategia que le ofreció nivelación por ciclos, acompañamiento y preparación para la prueba Saber 11. El objetivo ahora es cursar una carrera en ecología y medio ambiente.
El inicio: la inscripción a CIPREIA le dio un calendario y un grupo. Con el primer ciclo, recuperó bases de lectura y operaciones. La evaluación continua permitió medir avances sin castigar los tropiezos propios de quien vuelve al aula después de años.
El segundo tramo vino con refuerzos en matemáticas, lenguaje y ciencias. La paciencia docente y la metodología práctica facilitaron que los contenidos “se quedaran”. Jonathan empezó a entregar trabajos a tiempo y a participar en clase; los parciales reflejaron progresos sostenidos.
Un accidente pasado le dejó secuelas en el brazo izquierdo. Adaptar la escritura y los tiempos fue parte del ajuste. El acompañamiento psicosocial ayudó a manejar ansiedad y a reconstruir vínculos, una dimensión que resultó tan importante como la académica para sostener la asistencia.
Con el último ciclo llegó la preparación intensiva para ICFES. Simulacros, revisión de preguntas tipo y estrategias de lectura crítica se volvieron rutina. La regularidad hizo la diferencia: más horas de práctica, menor margen de error.
El día del resultado, la primera llamada fue a su mamá. La noticia abrió una conversación distinta en casa: ya no sobre la calle, sino sobre el futuro. Recuperar la confianza es un proceso, pero el hito académico hizo de ancla para recomponer la relación.
El horizonte próximo incluye la ceremonia de grado del 20 de noviembre y la búsqueda de becas para continuar. Jonathan se proyecta en áreas ambientales, interesado en reciclaje y sostenibilidad. Su meta es que el buen ICFES sea el primer paso de una trayectoria universitaria.
La línea de tiempo deja ver un patrón: decisión personal, apoyo institucional, método pedagógico y constancia. No hubo atajos, sí acompañamiento. El caso enseña que la vida en calle no determina el destino cuando hay puentes reales de retorno.
En redes sociales y medios, el perfil de Jonathan generó una ola de mensajes de aliento. Equipos educativos y sociales lo usan como ejemplo para invitar a más personas adultas a retomar el estudio y certificar el bachillerato.
Para las autoridades, la prioridad es garantizar continuidad educativa y empleabilidad. Articular becas, programas de mentoría y alianzas con sectores verdes puede convertir la excepción en tendencia.
La cronología de Jonathan prueba que los cambios duraderos se construyen paso a paso, con acompañamiento y metas claras.